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Creamos, caminamos y bailamos

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Esta mañana respondí a una publicación de Elena Bartolini y, como siempre, me dejé llevar por mi impulso de comunicar y pensé que esta respuesta podría convertirse en una publicación.

Querida Elena, tu pequeña publicación desató una tormenta de reacciones y satisfacciones. Aprovecho este fin de año para agradecerte tu implicación, tu dedicación, tu tiempo y, más aún, tu eficacia. Si puedo hacer algo por ti o por tu grupo, dímelo.

Si supieras lo feliz que estoy de ver en este grupo a personas de todo el país, de todas las culturas. El mundo en el que vivimos es tan rápido, tan superficial, tan rico en propuestas y posibilidades. Pero también tiene sus carencias. La principal es el alejamiento de nuestro fundamento humano.

Es un poco como si subiéramos a bordo de un cohete espacial. Estaríamos embriagados, excitados, en total ingravidez por este evento.

Pero estaríamos lejos de nuestra tierra natal y, pasada la euforia inicial, correríamos el riesgo de estar privados del cordón umbilical que nos une a la Madre Tierra.

Nuestra civilización es un sistema cuyo motor, su religión, es el Crecimiento. Para satisfacer este crecimiento, hay que producir más cada año que el anterior.

Para producir, hay que consumir. Y terminamos siendo saturados por esta profusión.

Entonces, todos los engranajes del inmenso mecanismo de nuestro sistema nos incitan a continuar.

¿Por qué no?

Desafortunadamente, para consumir hay que pagar y trabajar para obtener los medios. Y pocos son los que tienen la suerte de tener un trabajo gratificante. Entonces se trabaja sin alegría para consumir y obtener satisfacciones superficiales y efímeras que hay que renovar constantemente.

Esto nos convierte en esclavos adorando nuestras cadenas: la definición del adicto.

Así estamos en nuestro cohete espacial, preocupados por la distancia y la velocidad, pero del que no nos bajaríamos por nada del mundo.

Resulta que a bordo de esta nave hay una cantina donde se pueden consumir alimentos emocionales y gratificantes que tienen el poder de tranquilizarnos y apagar por un tiempo la ansiedad relacionada con el alejamiento de nuestra humanidad.

Todos a bordo comen y se tranquilizan, pero engordan.

Una sociedad obsesionada con crecer y expandirse demuestra que no ha alcanzado su madurez.

Bajemos pronto de este cohete. Amemos a seres de carne y sangre y aferrémonos a quienes amamos. Creamos, caminemos y bailemos, recemos, comuniquémonos con la naturaleza, juguemos con otros humanos y, si hemos engordado a bordo de este cohete, perdamos ese peso y olvidemos estos viajes y el canto de sirenas de sus promotores.

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