
Está científicamente comprobado que para adelgazar hay que ser ayudado o tener una fuerza de resistencia frente a los alimentos tan grande que uno se pregunta cómo pudo haber engordado. Hay que encontrar ayuda de cualquier forma disponible, y una de esas formas es la manera en que está estructurado el régimen.
Construí el método clásico para responder a la demanda de mis pacientes que venían a consultarme a mi consulta. No podía verlas más de una vez al mes y, cuando comenzaban su fase de ataque, les pedía que me llamaran el último día de esta fase, y les gustaba decirme lo que habían perdido.
Construí este plan dándole una estructura u organización interna que fuera fácil de entender y seguir. Así, la fase de ataque, que es la más difícil, también es la que más recompensa, y el éxito para personas que se encuentran en la desesperación o la indecisión desde hace años es un refuerzo formidable de motivación.
Luego, en la fase de crucero, la incorporación de verduras en alternancia con días de proteínas puras crea un ritmo que evita la monotonía, es un baile alternado con un pie en PP y un pie en PL, y el tiempo parece menos largo.
Además, creé el Peso Justo para establecer una meta fija, porque no hay nada más peligroso y desmotivador que no saber realmente a dónde se va, o peor, hacer retroceder el objetivo a medida que se adelgaza. El Peso Justo no es una sugerencia, sino un peso que se basa en 11 parámetros de personalización: edad, sexo, altura, peso inicial, peso deseado, peso máximo alcanzado en la vida, peso mínimo, tendencia familiar a engordar, número de embarazos en mujeres y número de dietas seguidas.
Este peso es un algoritmo científico que no tiene sentimientos ni estados de ánimo; es un indicador que señala la dirección y la duración para alcanzar el objetivo.
En la fase de consolidación, su duración se calcula fácilmente según la regla simple de 10 días por kilo perdido. Esta fase se divide en dos mitades de apertura progresiva que permiten siempre saber hacia dónde se va.
Finalmente, cuando se ha adelgazado y consolidado el peso, se pasa a la Estabilización definitiva y al regreso a la vida normal, con el riesgo de perder la supervisión que facilita la prueba. Por eso, para quienes lo han logrado, establecí el jueves de proteínas, los 20 minutos de caminata, los ascensores y las 3 cucharadas de salvado de avena.
Por eso, cuando el método se estructuró definitivamente y funcionaba muy eficazmente de forma presencial, pude trasladarlo a un libro, destinado no ya a pacientes en carne y hueso, sino a lectores. Probablemente, en parte, gracias al modo de empleo, el método se siguió en muchos países.
El secreto estaba, en parte, en la hoja de ruta que se abría para quien se preparaba para comenzar el plan.
Un día, esperaba un avión en Orly, estaba sentado en uno de esos bancos del aeropuerto y a tres o cuatro metros frente a mí, en otro banco, había una joven que hablaba por teléfono lo suficientemente alto como para que escuchara su conversación, y en un momento la escuché decir:
«Hice tonterías este fin de semana, pero un jueves PP y queda todo limpio».
No sabía quién era yo y, como me había visto sonreír, me lanzó una mirada fulminante. En la misma línea, un día estaba sentado en el metro de París junto a una mujer. Entonces, sacó un libro de su bolso y comenzó a leerlo. Como soy bastante observador, me di cuenta de que leía «No sé adelgazar». Instintivamente, incliné ligeramente la cabeza para ver en qué parte del libro estaba. Su reacción fue instantánea: se tensó, alejó el libro y me dijo: «¡No es para usted!».